domingo, 28 de septiembre de 2008

La inestable adaptación de Elvis


Elvis Minaya es un joven peruano de veintitrés años. Trabaja como ayudante de cocina en la cafetería “Anita” ubicada en Catedral #1083, local 36. Llegó a Chile el 18 de Junio de vacaciones. Su hermanastro Jorge lo invitó a conocer el país donde él había llegado cuatro años antes en busca de más oportunidades de trabajo, debido a que su hija estaba a punto de nacer y quería tener algo mejor que ofrecerle.








Elvis pasó su primera semana en Chile viendo televisión. No tenía con quien salir porque su hermano llegaba del trabajo sólo los fines de semana a Santiago. Para que no se aburriera, Jorge le propuso que trabajara y se quedara en el país con el mismo objetivo que él había venido y Elvis tentado en cumplir su sueño, aceptó. Él pensó que el cambio le permitiría encontrar mejores oportunidades para conseguir establecer su propio local de comida peruana. Lleno de ilusiones, comenzó a buscar trabajo, pero su visa de turista no le permitió encontrarlo. Sintió que todas las puertas se le cerraron, entonces su tía Consuelo Milados le ofreció que le ayudara en su local.




“Yo te digo que soy ayudante de cocina. Pero la verdad es que me dedico más a atender, a retirar encargos y si falta comida, voy hasta la casa de mi tía y cocino”. Elvis trabaja en “Anita” de lunes a domingo desde las nueve de la mañana. El horario de cierre suele ser alrededor de las veintiuna horas, aunque está condicionado por el público. Si hay gente comiendo se espera hasta que ellos se retiren sin presionarlos, en la política de tratar bien al cliente. Además, en un compromiso con otro local de comida peruana, cuando la comida sale rápido se ayudan en la venta, porque no está permitido perder dinero. Y si el día está flojo, Elvis sale al pasillo a llamar a la gente “comida, ¿Va a comer amiguito? Hay caldo de gallina señora”.




En “Anita” se compra verdura y carne todos los días para ofrecer productos frescos. Por mil o mil doscientos pesos, el cliente puede elegir entre los cuatro platos que se cocinan. El servicio incluye un jugo, con derecho a rellenar su vaso si lo desea. Además, en el local se vende productos de pastelería como la crema volteada, que es similar a la leche asada.






Esta foto es de su primer día de trabajo y de su segunda semana en Chile. Un “amigo” se la tomó con un celular y se la regaló. Aunque Elvis es muy amable y suele conversar con la gente que atiende, siempre que no haya demasiada clientela, es receloso con sus amistades. “Hay que saber escoger, porque hay amigos que te llevan por el mal camino y yo soy una persona respetuosa del bien”.

Elvis se sorprendió al llegar al sector de Plaza de Armas, el lugar que más conoce. Porque cada vez que camina por sus alrededores, principalmente por Catedral, le parece estar recorriendo una avenida más de Perú. Pero al salir de su círculo, le parece que está en “otro mundo” y no le gusta. Confiesa que si no hubiese tenido familia en Santiago jamás se hubiese atrevido a viajar.






Elvis no tiene días libres. Como una excepción, faltó para ir al Departamento de Extranjería e Inmigración, donde le pidieron una serie de papeles. Para regular su situación tuvo que pedir permiso nuevamente y llegar más tarde. Fue al Registro Civil el Jueves 25 de Septiembre, con tal mala suerte que justo ese día los funcionarios decidieron irse a paro nacional demandando mejores condiciones laborales. Elvis está realmente preocupado, su visa de turista vencerá el 16 de Octubre y si quiere quedarse en Chile sin ser ilegal ni pagando una multa debe tramitar su visa de residencia sujeta a contrato. “El trámite se tarda unos nueve días y necesito el Certificado de antecedentes para conseguir mis papeles, no sé qué voy a hacer”.





Para Elvis es indispensable regular su situación. Él no está conforme con su trabajo. Su jornada laboral es excesiva y no trabaja en su verdadera pasión: la cocina. “Siento que me han cortado las manos. Yo vine aquí a trabajar en lo mío. Pero estoy todo el día en el local y no veo avances. Mientras no tenga mis papeles no podré trabajar en lo que me gusta. A veces me pregunto para qué habré venido”.






“En Perú dejé mi trabajo, mi pieza y a mi hermana”. Elvis solía vivir en una pieza solo, hasta que le entraron a robar. Decidió que tenía que cambiarse y justo había una pieza disponible en la casa donde vivían sus hermanas Dayanna (15) y Saida (25) con su sobrina Jocelyn(4).

Desde su adolescencia Saida ha sido su hermana más cercana. Elvis huyó de su casa a la capital a los doce años, encantado con la aventura de vivir solo sin recibir órdenes de nadie. Estuvo vagando por las calles de Lima cuatro días, dormía en las porterías y se tapaba con cartones imitando a otros niños. Una noche le pidió a un portero si lo dejaba pasar la noche ahí y él le dijo que no estaba permitido, pero le comentó sobre un internado donde podrían recibirlo. Así llegó al Liceo San Martín de Porres donde ganó dos becas y cultivó el amor por la cocina que su madre le había inculcado como lo indispensable en la vida con estudios gastronómicos.





Elvis vivió con Saida varios años. Salía del trabajo a las cinco de la tarde y se iba a la casa a cuidar a su sobrina para que su hermana pudiera trabajar más tranquila. Ella llegaba a la casa y su hija estaba durmiendo. Pero ahora que Elvis vive en Chile, ha sido Dayanna quien se ha hecho cargo de Jocelyn.

“Cuando las llamo quedo más tranquilo ¿No?, pero mi hermana Saida me pregunta cuando voy a volver y me dice: si te va mal, vente nos más, vente. Ahí le respondo que igual me da la locura y me devuelvo. Y hay días en que la locura se apodera de mí”.





“La verdad es que no estoy acostumbrado aún. No sé si voy a volver porque llevo muy poco tiempo aquí. Si me va bien, me quedo y si no me devuelvo. Pero hay que ver, ¿No?”.

Elvis gana siete mil pesos diarios, pero aún no ve el fruto de su trabajo. Debe pagar unas cuentas, entre ellas cuatrocientos dólares del pasaje. Aunque su hermano no le está cobrando él no se siente cómodo, Jorge podría necesitar el dinero para mandárselo a su hija de cuatro años que vive en Perú.

Además, le gustaría irse a vivir solo. Siente que le hace falta más privacidad e independencia. “Ya no soy un niño” dice. Siente que se ha estancado, pero espera que la situación cambie cuando sus papeles le permitan trabajar en lo que él desea y en una jornada laboral apropiada.





Pero si no funciona, Elvis está dispuesto a volver a Perú. Él cree que los bajos salarios son sólo una excusa para aquellos que no quieren trabajar, porque las oportunidades si no se encuentran se crean. Esa es la verdadera clave del éxito.